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Alandar: entrevista a Neus Forcano

(Neus Forcano Aparicio/Alandar)

Amanece nublado y lluvioso el domingo 7 de marzo en Barcelona. Las restricciones por la pandemia han limitado el aforo. Sin embargo, un centenar de creyentes, mayoritariamente mujeres, se convocaron ante la catedral de Barcelona para solidarizarse con todas las marchas, convocatorias, manifestaciones y proclamas en contra de la desigualdad y la violencia que padecen mujeres y niñas en todo el mundo.

Se organiza un día antes para que el acto no se solape con los actos feministas unitarios del 8M. Ha sido el segundo año de convocatoria después de que el 1 de marzo pasado Alcem la veu (Alzamos la voz) – la coordinadora que agrupa mujeres creyentes de distintas comunidades y movimientos cristianos de Cataluña y de Menorca – leyera el Manifiesto Por la dignidad e igualdad de las mujeres en las iglesias.

Este año el encuentro ha tenido un tono distinto. Hemos querido celebrar juntas que el colectivo se mantiene firme en reivindicar reciprocidad, diálogo y equidad dentro de la institución. Pero también nos mueve ser testimonio, tomar la voz, emplazar a todas, a todos, a construir una Iglesia de iguales desde abajo, desde allí donde actuamos, compartimos y celebramos la fe.

Hemos querido celebrar juntas que el colectivo se mantiene firme en reivindicar reciprocidad, diálogo y equidad

Me pidieron un comentario a la lectura del evangelio de la mujer samaritana (Juan 4), mientras una artista dibujaba simultáneamente la silueta de una mujer de violeta, cerca del pozo de dónde sacaba los valores, actitudes y empoderamiento necesario para crecer personal y espiritualmente. Comparto la reflexión porque el comentario contiene el mensaje reivindicativo de la jornada, e intenta a la vez paliar algunas interpretaciones reduccionistas de la samaritana que estamos acostumbradas a oír en algunos de los sermones u homilías cuando no se tiene en cuenta la perspectiva de género:

“El texto de Juan cuenta la conversación entre Jesús y una mujer sencilla, sola, anónima, sin un nombre familiar o un patriarca que la avale. Es una mujer de la región del norte, Samaria, una zona contaminada por las religiones paganas según los judíos del sur, que se consideraban más ortodoxos, próximos a la tradición y asiduos al templo de Jerusalén.

Jesús transgrede las normas de honor y de costumbres en este episodio porque no era permitido que un hombre se dirigiera a una mujer desconocida en un espacio público; tampoco se consideraba un comportamiento santo ni adecuado, que un judío rabino del sur hablara con paganos del norte; menos todavía que un hombre quisiera beber agua de la misma vasija que una mujer, considerada impura a causa de la menstruación según los tabúes religiosos del tiempo.

A pesar de todos estos impedimentos, Jesús se atreve a traspasar las fronteras étnicas, religiosas y de género que los separan, puesto que rompe el aislamiento, la lejanía, y le pide agua: un gesto que está al alcance de la mano de aquella mujer; y eso permite que surja un DIÁLOGO.

En esta historia, Jesús invita a todo el mundo a ser él, a ser ella misma, y vemos cómo traspasa todas estas fronteras discriminatorias; pero no es el único protagonista. La historia de la samaritana nos habla de la liberación y la apertura de espíritu de una mujer. Porque, para que haya un DIÁLOGO, hace falta una actitud activa de escucha y de acogida. Fijémonos y encontremos elementos que nos sirvan para hoy:


1.“Cómo es que vos, que sois judío, me pedís de beber a mí, que soy samaritana?” La mujer samaritana responde a Jesús: quiere saber, quiere entender. No se va, no baja la mirada, no le esquiva, no se esconde, no se avergüenza, no le tiene miedo, no se considera indigna, no se considera menos, no piensa que es inferior, débil o insensata.

Esta mujer, consciente de las restricciones sociales y de los tabúes religiosos que los separan, le escucha con humildad, le habla de tú a tú en pie de igualdad, y entiende el mensaje liberador de Jesús que le ofrece AGUA VIVA: un agua que le da energía, viveza, alegría de ser ella misma, capacidad para confiar.

La historia de la samaritana nos habla de la liberación y la apertura de espíritu de una mujer

2. Cuando Jesús describe el AGUA VIVA en contraste con el agua del pozo, dice: “quien beba del agua que yo le daré, nunca más tendrá sed; el agua que le daré se convertirá en él…”. “En él, en ella”, es decir, en el interior de cada una de nosotras; no es algo que provenga de fuera: una ley, la tradición, las creencias sociales o religiosas que me han enseñado; sino que dice que el agua se convertirá dentro de cada una, de cada uno, “…en una fuente de agua inagotable”.

Hildegarda de Bingen – una monja medieval alemana del siglo XII- habla de la noción de la VIRIDITAS como fuerza de vida que Dios nos comunica y que subyace en todo aquello que vive. La viriditas es un estallido. Es una fuerza dinámica que nos lleva al movimiento de abundancia, de sorpresa continua, de posibilidad de cambio. De esta palabra provienen nuestros “verde”, “verdor”, “verdura”. El verde primaveral es viriditas, símbolo de renacimiento de aquello que durante el invierno era yermo, árido y frío. La acción de la viriditas es lo que la mujer samaritana experimenta con las palabras de Jesús.


3. La teología feminista critica que se reduzca este texto a una enseñanza moral. A menudo queda reducido a un ejemplo de arrepentimiento de una pecadora sexual solo porque en un momento del diálogo con Jesús se citan los cinco maridos y ella reconoce que no tiene compromiso y no está bien casada.

Si se hace una interpretación simbólica más profunda, la samaritana representa a cualquier persona que haya errado, que no haya sido fiel a la promesa de amor de Dios. La samaritana representa el pueblo de Israel despistado, descentrado, entretenido por ritos o divinidades paganas.

Se trata, pues, de un texto de renovación, de conversión personal y comunitaria. Es una invitación para cambiar la manera de entender el culto y la creencia religiosa: el nuevo culto ya no tiene tanto que ver con un espacio o lugar concreto -ya no es el pozo de Jacob, o sea la tradición; ni es el templo como lugar sagrado y único de adoración de Dios; ni es lo más importante el clero ni la institución concreta…-, sino que lo que importa es la experiencia de encuentro personal y de comunión con Jesús que nos devuelve la palabra, nos da una nueva identidad y nos abre a un nuevo sentido de iglesia.

Se trata de un texto de renovación, de conversión personal y comunitaria

La mujer samaritana, y hoy también las mujeres creyentes, entendemos que reconocer la bondad, el amor y el gesto de Jesús es hacer un camino de crecimiento personal y espiritual. Nos permite reconocernos mujeres completas, libres de imposiciones, restricciones, roles y misiones, que se nos imponen desde fuera, ya sea desde la institución, desde los modelos de familia y maternidad, o desde las normas sociales y religiosas… y se nos invita a hacer camino de descubrimiento para saber qué dones tenemos y qué podemos ofrecer a los demás.


En esta celebración del 8 de marzo, convocamos el espíritu de vida que ofrece esta AGUA VIVA para renacer en verdad:

  • Para que todas las mujeres del mundo aprendamos a ser libres.

  • Para que todas las mujeres creyentes aprendamos a reconocer nuestros dones y a alzar nuestra voz.

  • Para que las mujeres de Alcem la veu y de todos los movimientos feministas, acertemos a mover conciencias y sepamos transformar las relaciones humanas en relaciones de afecto, de respeto, de igualdad y de reciprocidad con todo el mundo; para que podamos contribuir en el debate ético y político para afrontar la violencia sexista, la discriminación por razón de sexo, de identidad u orientación sexual, para denunciar y luchar contra la homofobia, el racismo, la discriminación y los abusos a menores y a mujeres también dentro de la iglesia.

  • Para que el don de la sabiduría, que es el que nos permite saber cuándo y cómo actuar en nuestro tiempo y contexto, nos empuje a crear redes de cuidado, de afecto, de conocimiento y de celebración gozosa donde fuere que estamos y vivimos.




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